20 Anniversary Investigation «The Imagined Body» at AIC2021

The Heart’s Rooms – QUANTUM ROOMS – © Claudia Bonollo

INTRODUCTION

My research THE IMAGINED BODY, was born in 2001, twenty years ago, with the title BEAUTY IS ITSELF A CURE in an attempt to create through art, architecture and colour, a multisensory project that would bring a different point of view on human body, disease and healing.

My starting point was the histological report of a hopeless pathological cell, the scientific data of the disease that I poetically transformed with the computer and its algorithms. I was looking for a gesture of redemption, something that could find a mysterious connection between disease and beauty. The possibility of a vision that went beyond the relentless statistics and that was capable of overturning the «panic» in Echo, his nymph. In short, I was looking for a different awareness of the disease, a dialogue with the cell that took into account its polarity.

When it all began, I would never have suspected that the evolution of my research encompassing the whole human body, emotions, happiness and the holographic paradigm (a controversial hypothesis proposed by the latest scientific studies), would lead me to a multidisciplinary project with multiple applications.

Transfigured cells (cells are transformed into a map of consciousness), biological landscapes (cartographies of being in which the body is represented as a sacred object), sensitive spaces (virtual surroundings, projections where one can experience various levels of well-being), chromatic narratives (short films and different experimental techniques of visualization with colours) applied in the “therapeutic liberating laboratories” with international psychologists and therapists, have been transformed over time into a multidisciplinary project of therapy as art.

Keith Floyd, a psychologist at Virginia Intermont College, stressed the fact that reality as a matter of fact is nothing more than a holographic illusion, we could no longer claim that the mind creates consciousness (the philosophical motto cogito ergo sum). On the contrary, it would be consciousness that creates the illusory sensation of a brain, a body and any other object around us that we interpret as physical. Such a revolution in the way we study biological structures leads researchers to claim that medicine and everything we know about the healing process could also be transformed by the holographic paradigm. Indeed, if the apparent physical structure of the body is nothing more than a holographic projection of consciousness, it is clear that each one of us is much more responsible for one’s own health than current knowledge in the field of medicine is willing to recognize. What we now consider miraculous healings may actually be due to a change in the state of consciousness that causes changes in the body hologram. Likewise, it may be that some controversial alternative healing techniques such as visualizations are so effective because in the holographic domain of thought, images are basically as real as reality.” (Dr. Richard J. Boylan, Consciousness and Visualization).

I am indebted to the unexpected contributions of professionals from different fields of knowledge (art critics, philosophers, anthropologists, doctors and therapists, biologists, neurobiologists, mathematicians, physicists, psychoanalysts, psychologists and theologians) who have shown interest in my work. Scientific iconography and the electron microscope have been real sources of inspiration.

The mundus imaginalis referred to is the intermundi described by Henry Corbin’s studies. It is an intermediate world, suspended between the celestial and the earthly, in which all transfigurations are possible, representations become hierophanies, displays of the sacred. The imaginary can be harmless, active imagination never is.

James Hillman and Henry Corbin’s readings allowed me to recover a philosophy of the heart, for both the seat of the true imaginatio or himma (imaginative rhetorical ability) which includes the action of meditating, imagining, planning, craving; in other words, to have something in the thymus, which symbolically represents the life force, the soul, the heart, the intention, the thought, the desire.

The study of texts related to Iranian worldviews, Ib’n Arabi, Sohravardi and especially Najmoddin Kobrâ, an 11th century mystic, have contributed to an artistic work that is even more attentive to the phenomena of light and colour.

As I had already foretold, my research was not an achievement but the beginning of something.  It all started as a project on active imagination and the body in order to create through art (a discipline crossing many borders) a healthy and transformed body. This was only the starting point.

Inner Landscapes – THE IMAGINED BODY – © Claudia Bonollo

VIOLETA: EL COLOR DEL FEMINISMO

8 de marzo 2021

“A los hombres se les enseña disculparse por sus debilidades; a las mujeres, por sus capacidades”

Lois Wyse

¡Feliz día de las mujeres!

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Célula-flor cósmica, Claudia Bonollo

Extracto del libro Psicología y color, por Eva Heller

«El movimiento feminista comenzó con la lucha por el derecho de las mujeres al voto, por el derecho al suffrage, esto es, al sufragio; por eso se llamaron aquellas mujeres suffragettes, sufragistas. Esta lucha empezó hacía 1870 en Inglaterra, cuando estaban excluidos de este derecho los presos, los enfermos mentales recluidos en los manicomios, los asociales enviados a los correccionales y las mujeres, independientemente de su honradez, inteligencia o fortuna.

Las mujeres lucharon en toda Europa por el derecho al voto. En 1918, las sufragistas lograron su objetivo en Inglaterra. Un año más tarde, en 1919, se concedió este derecho en Alemania. En Francia tuvieron que esperar hasta 1944.

En 1908, la inglesa Emmeline Pethick-Laurence popularizó los tres colores del movimiento feminista: violeta, blanco y verde. Su explicación: «El violeta, color de los soberanos, simboliza la sangre real que corre por las venas de cada luchadora por el derecho al voto, simboliza su conciencia de la libertad y la dignidad. El blanco simboliza la honradez en la vida privada y en la vida política. Y el verde simboliza la esperanza en un nuevo comienzo.»

Tenían que ser tres colores, pues desde la Revolución francesa las banderas tricolores eran el símbolo de todos los movimientos liberadores. Y sobre todo: tenían que ser colores que hubiera en el armario ropero de toda mujer y que no implicaran adquisiciones caras. Además los colores debían parecer cotidianos, pero reconocerse sin confusión posible como los colores del movimiento femenino: este efecto no se podía conseguir con un solo color.

Cada mujer tenía entonces una blusa blanca y una larga falda de algodón, blanca y guarnecida con encajes y pestañas. O una falda violeta, color muy popular en aquella época, especialmente en la ropa de invierno. Y el verde estaba siempre presente en el atuendo. En las manifestaciones, aquellas mujeres llevaban escarapelas en los tres colores – violeta, blanco y verde – y bandas del hombro a la cintura. Las sufragistas también llevaban sus colores a diario: trajes verdes con pestañas o ribetes violetas, plumas violetas o verdes prendidas en sombreros blancos y, cuando el movimiento llegó a su apogeo, zapatos y guantes con la combinación violeta-blanco-verde. Muchos hombres apoyaron a las sufragistas llevando ellos mismos sus colores en las cintas de sus sombreros y en sus corbatas. Las sufragistas se casaban con un ramo de flores moradas y blancas. Hoy suele ridiculizarse el hecho de que un movimiento feminista se identificase a través de la vestimenta, pero en aquel momento fue lo más adecuado: era la mejor manera de demostrar públicamente las muchas mujeres y los no pocos hombres que estaban en el movimiento.

Alrededor de 1970, el violeta volvió a ser popular como color del movimiento feminista. Los objetivos – hasta hoy inalcanzados -, eran: derecho de las mujeres al aborto y al mismo salario que los hombres. El signo internacional del movimiento era el símbolo femenino con un puño dentro. Las bragas lilas de 1980 marcaron el fin de lo que fue la moda feminista. La lucha por los derechos de la mujer duraron cincuenta años. A diferencia de las victorias bélicas, aquellas victoria hace tiempo que fue olvidada: El recuerdo sólo conserva una palabra: sufragista, usada de una forma despectiva.»

BREVE ITINERARIO EN EL VIOLETA – Tributo a las mujeres y a los hombres que las apoyan- Claudia Bonollo

alas moradas (work in progress), Claudia Bonollo
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instalación morada (detalle) – Claudia Bonollo para Monamour Natural Design
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jardín digital con flores violetas – dedicado a todas las mujeres – Claudia Bonollo
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sole viola – Claudia Bonollo
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Espacio sensible morado – serie Narraciones Cromáticas – Claudia Bonollo

HETEROTIPÍAS CROMÁTICAS

Cuando el color tiene su mayor riqueza, la forma tiene su plenitud.

Paul Cézanne.

combustioni cromatiche, Claudia Bonollo
El fuego crea los colores, performance Claudia Bonollo

Michel Foucault fue uno de los primeros en destacar la obsesión que el siglo XIX y gran parte del XX demostró por la historia y por el tiempo, reivindicando que nuestra época era la época del espacio, “la época del cerca y el lejos, del lado a lado, de lo disperso”. En 1967 Foucault planteó un término actualmente inevitable en cualquier discurso sobre la ciudad contemporánea: el de Heterotopía, el espacio del mundo contemporáneo por excelencia. Frente al conjunto jerárquicamente organizado que caracterizaba al territorio medieval, “el espacio en el que vivimos (…) es un espacio heterogéneo.

Para Foucault, las verdaderas heterotipías representan un cuestionamiento, a la vez mítico y simbólico, del espacio en el cual vivimos. Míticas desde el punto de vista que preservan el no lugar de la utopía; simbólicas en tanto que nos permiten articular, aunque tan sólo sea metafóricamente, las coordenadas de ese no-lugar.

El aparente caos en el cual fragmentos adquieren verdadero sentido es la heterotipía como un “desorden en el cual destellan fragmentos de un gran número de órdenes posibles…”. (Foucault, Las Palabras y las Cosas, 1996)

Mi trabajo sobre el color, totalmente autobiográfico, se basa en una serie de apuntes para realizar experimentaciones que puedan construir un proyecto teórico desde las emociones. Se trata de esbozos creativos, sin ninguna pretensión de exhaustividad. El motor es una curiosidad sincera ya que donde hay curiosidad siempre cabe la posibilidad de un descubrimiento.

El punto de partida de cada uno de los recorridos realizados y que se irán publicando en el blog, es el cuento de una venturosa travesía en el color, una especie de Odisea cromática.

El color nunca es neutro, nunca es neutral. De fragmento en fragmento, de no-lugar a otro, aparecerán, de repente, pliegues, lagunas y algunos espacios intersticiales. Y en cada uno de estos mundos se podrán vislumbrar figuras al borde de la desaparición, fugaces constelaciones cromáticas.

A la analogía, la valiosa tarea de sugerir varios temas, de trazar el hilo invisible que atraviesa un pensamiento, que puede aparecer en formas diferentes, conectando con ideas y sueños.

Según Didier Ottinger: ” Los artistas cultivan el recuerdo de un mundo encantador, hecho de similitudes, de signos para descifrar. Estos artistas se asumen la misión moderna de la poesía, que consiste en el ponerse a escuchar el otro lenguaje, aquello sin palabras, ni siquiera discursos de la semejanza, es decir, hacer llegar la similitud hasta los sueños que la expresan.

«El color es el lugar donde nuestro cerebro y el universo se encuentran

Maurice Merleau-Ponty

Claudia Bonollo, Heterotipías Cromáticas, febrero de 2014

LIBRO_INSTALLAZIONE, LONDRA

INSTALACIÓN_LIBRO, CLAUDIA BONOLLO

 

 

 

 

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