El rojo (del latín rubens sinónimo de rojo, colorado) es el color correspondiente a la frecuencia más baja de luz discernible por el ojo humano, un umbral que separa la invisibilidad de la visibilidad. Es el primer color del espectro visible de la luz.
Es también el color del primer chakra (MULADHARA CHAKRA) que está estrechamente relacionado con las estructuras básicas del cuerpo físico. Las hormonas asociadas son la adrenalina y noradrenalina, su sentido es el olfato. Los efectos fisiológicos que produce el color rojo son: aumento de la presión arterial, aceleración de la circulación sanguínea y del ritmo respiratorio. El cuerpo produce adrenalina, se agudizan los sentidos del olfato y del gusto. Muy útil en caso de melancolía y depresión, el rojo nos hace más locuaces, abiertos, premurosos, pasionales… Indispensables `para combatir las enfermedades gripales, el dolor de garganta, la tos crónica y el asma, alivia las parálisis parciales y los problemas circulatorios mejorando la circulación periférica. El rojo despierta los sentidos, las pasiones, la vitalidad y el vigor, el amor y la acción.
En el rojo está tanto el miedo como la seguridad, es el color de las tribus ancestrales que define nuestra pertenencia a la tierra, simbolizando el sur y la sequía.
Desde la antigüedad, es el color que simboliza la materia (comparte una raíz común con el Lat. mater, madre). Respecto al origen y a la abstracción inmaterial del blanco y del negro (luz y tinieblas), colores del cosmos y del caos; el rojo es el exorcismo más potente contra la muerte y el fuego.
Es también el color de la sangre y de la vida, del alma, de la libido y del corazón.
Símbolo del ardor, del coraje, de la violencia y de la guerra, insignia del poder y de la revolución.
Hay dos tipos de rojo: uno nocturno, femenino, centrípeto con un poder de atracción y el otro diurno, masculino, centrífugo, turbulento como un sol que irradia luz sobre todas las cosas con una potencia inmensa e irresistible. El rojo nocturno centrípeto es el color que los alquimistas llamaban el Athanor, la entropía. El rojo representa el secreto. Es el color del sacerdote y del misterio vital escondido en el fondo de las tinieblas y de los océanos primordiales que para los griegos son púrpuras (oínopos = color del vino, Homero, Ilíada), y comparten el mismo simbolismo: el vientre en el cual la vida y la muerte se trasmutan la una en la otra. Su figura simbólica es una espiral. Es también el símbolo del poder y de la riqueza. También representa el hilo rojo del destino y la unión entre el hombre y el universo.
La exhibición de este color notable produce reclamo, atención, maravilla, deseo de contacto, de enfrentamiento, de marcar distancias, de exhibición libidinosa, de intento-tentación. Por esta razón, la cosmética lo incorpora a su arte, camufla o atenúa la coloración y el ornamento de la boca, de las uñas, de los dedos, de los pezones, de los lóbulos, de la nariz, de las mejillas, de los glúteos, de los labios vaginales y del cuerpo del pene.
Hay dos umbrales sagrados del rojo y coinciden con los momentos más elevados de la meditación, de la oración y de la iluminación: el rojo auroral de la “cognitio matutina” y el rojo purpúreo de la puesta del sol, la “cognitio vespertina”. El Arcángel Purpúreo de una geografía visionaria tiene dos alas: una resplandeciente señala el este la otra, oscura señala al oeste, vistiendo a la vez el rubí de la aurora y del ocaso. El oriente es el lugar de la aurora, de la inteligencia (en muchas culturas las dos palabras son homófonas). El occidente, en cambio, representa tanto el lugar del exilio como de nuestra posibilidad de resurgir…
(Claudia Bonollo, el umbral rojo)