BREVE HISTORIA DEL AMARILLO, Claudia Bonollo

Anish Kapoor «Yellow sculpture»


 

“The purest and most thoughtful minds are those which love color the most. ”

John Ruskin

En los manuales de la percepción de este color se lee:

Es el color del optimismo y de la alegría pero también del enojo, de la mentira y la envidia.

Es el color de la iluminación y del entendimiento, pero también de la traición.

Es el color de la diversión, la amabilidad y lo positivo, representa la acción, el poder, la voluntad, además de simbolizar la arrogancia y el exceso de ego. En el amarillo, más que en otros colores, la polaridad se hace extrema.

Es el color más contradictorio en cuanto a los sentimientos que despierta.

¿A qué se debe esta ambivalencia?

En un principio el amarillo viene considerado el color del sol, en casi todas las representaciones pictóricas el astro viene pintado de este color, y el sol es, en muchas culturas, el astro de la divinidad. Al ser asociado con la luz solar, del mediodía, del oro, se convierte en un color que transmite alegría, calor y actividad. Simboliza el camino central y recto, el curso de la acción ideal y noble que yace entre dos extremos.

En la antigüedad era un color muy apreciado: a los Romanos, por ejemplo, les agradaba vestir prendas de este color durante las ceremonias y las bodas.

En Oriente y en América del Sur el amarillo siempre fu considerado positivamente: en Asia fue y sigue siendo asociado al poder, a la riqueza y a la sabiduría, en China fue el color reservado al Emperador.

En Occidente, en cambio, el amarillo ha asumido en el tiempo un carácter negativo.  Para los teóricos del medioevo que argumentaban si el color pertenecía a la luz o a la materia, el amarillo, progresivamente, deja de ser el color de la luz. Los aspectos divinos, luminosos y aéreos de la época pagana pasan en un segundo plano, el amarillo se convierte en un color impenetrable y que no puede ser absorbido, que no invita a entrar y no favorece la profundización… Puede aspirar a la luz pero sólo en su manifestación sensible y por lo tanto degradada, apagada e imperfecta. En ésta época el amarillo pierde su connotación divina y viene considerado como un velo tras el cual se vislumbra una luz más clara, de carácter absoluto. En la dialéctica entre el amarillo y el blanco resplandeciente (que implicaba una forma de conciencia más elevada), el amarillo pierde su batalla y retrocede a una forma de conciencia relativa, limitada y parcial, la única de la cual es capaz nuestro yo.

A partir del siglo XIII, las cosas empeoran. El antropólogo Michel Pastoureau sostiene que otra competencia desleal, esta vez con el oro, contribuye enormemente a crear la historia infamante del amarillo que de símbolo positivo que resplandece, brilla e ilumina, el color divino por excelencia, se convierte desde entonces en nada menos que en la sombra del oro. Con el afirmarse decidido del oro como otro valor absoluto, el amarillo-color asume un significado prevalentemente negativo, delineándose como una degeneración de las cualidades materiales, trascendentes, luminosas y morales del oro. Convertido en un color apagado, triste, se trasforma en el color de la enfermedad y la caducidad, el color del otoño y del declino.

La heráldica refleja fielmente esta concepción que valoriza el oro-metal con respecto al amarillo-color. Al metal/oro se le atribuye una nobleza muy superior al amarillo/color que se utilizaba combinado con verde, para designar: «… blasones imaginarios atribuidos a personajes que habían perdido la razón, momentáneamente(como Tristán) o definitivamente( como el insensato del libro de los Salmos)».

Aquí comienza su enlace con la locura.

En la iconografía medieval, la combinación cromática amarillo/verde distinguía locos y bufones, y cuanto más el amarillo se teñía de verde, cuanto más se consideraba maligno.

Con el amarillo y amarillo verdoso se señalan los traidores. La asociación sigue siendo viva hasta nuestros días: Los sindicalistas de nuestra época se denominan amarillos cuando traicionan los valores implícitamente contenidos en las nociones de lucha de clase o cuando no son solidarios con los demás, no respectando, por ejemplo, la orden de huelga general.

Extendiendo el significado de la traición, el amarillo se asocia al adulterio. Así en su lado oscuro el amarillo expresa el valor opuesto a la excelencia, la dignidad, el esplendor y el honor, todos los valores que representaba antes de las religiones monoteístas.

El color se utiliza también y sobretodo para estigmatizar un pueblo o una comunidad no deseada. Los judíos, culpables por el imaginario colectivo de entonces, de haber matado al Hijo de Dios, debían colgar de sus ropas unas argollas amarillas, al igual que los mendigos.

En los cuadros los personajes despreciables se representaban a menudo con prendas de este color: Judas encarna el traidor por excelencia y viene pintado con un manto amarillo, símbolo de su infamia, del engaño y la mentira.

Entre las celebres representaciones de Judas envuelto en su capa amarilla recordamos aquella de Giotto en el ciclo de frescos de la Capilla “Degli Scrovegni” en Padua e aquella – de un desconocido pero grandísimo maestro de la “bottega dei Memmi” un tiempo denominado Barna – en la pared derecha de la “Collegiata” de San Gimignano en Florencia.

La ambivalencia del amarillo puede sin embargo tener consecuencias curiosas: si los antisemitas del Medioevo y del Tercer Reich querían, con la prenda o la estrella amarilla (que resaltaban en las prendas oscuras de la época), estigmatizar “la infamia” del pueblo hebreo, este último podía en cambioindividuar en el vestido y en la estrella de David, la luz de Yahvé.

Durante el Medioevo, tanto las embarcaciones como los poblados que padecían de la peste, eran marcados con una bandera amarilla, y de esta manera evitaban que el resto se acercara a ellos y se contagiaran de esta enfermedad. La relación con la salud viene de su etimología y las palabras tienen un largo recorrido.

En el amarillo con una pizca de verde definitivamente predominan los significados negativos; el amarillo se convierte así en el apestoso color del azufre.

Olvidado el amor divino, el amarillo simboliza el orgullo y la presunción, es decir la inteligencia soberbia que sólo quiere alimentarse de si misma.

En la Edad Media, era el color que identificaba a los desterrados de la sociedad: las prostitutas, las brujas, las madres solteras, los deudores, los herejes debían agregar a su vestimenta alguna prenda de color amarillo que demostrara su deshonra.

Las prostitutas en particular a parte de incorporar a sus vestimentas elementos de este color estaban obligadas a teñirse el  pelo de rubio para diferenciarse de las demás mujeres “respetables”. Los cabellos rubios que en la antigüedad siempre fueron objeto de admiración se convierten así en otro símbolo de infamia. No obstante, el rubio de las prostitutas venecianas, el rubio fulvo de Tiziano, fruto de una sorprendente alquimia cosmética y signo de distinción para muchas cortesanas de su época, sigue siendo un color codiciado, copiado y admirado en estos días.

En el siglo XVI, época de la Inquisición de España, a todos aquellos que se los consideraba herejes o no sometidos a la Iglesia Católica se los obligaba a ir a corte con una capa amarilla. El hereje que se negaba a firmar la segunda abjuración era considerado relaps, es decir, «hereje irreducible» y como tal quemado vivo.

La capa amarilla estaba reservada también a los falsarios que estaban obligados también a pintar sus casas de este color.

A los condenados a la hoguera también se les obligaba a vestir la capa amarilla, símbolo de infamia, durante el trayecto que les conducía a la muerte

Era el color de los deshonrados porque no podían ocultar su deshonra, se veía incluso en la oscuridad.

Otra posible pero segundaria razón de la mala fama del amarillo se debe también a la inestabilidad de sus componentes cromáticos y químicos. Es un color altamente “influenciable” ya que sólo una pequeña cantidad de otro color lo convierte en un tono completamente diferente. De aquí la consideración de Goethe que lo apreciaba pero lo definía el “color cornudo”. Pero la verdadera razón es que era un color caro y por esta razón desaparece o casi en la pintura de los siglos XVI y XVII.

Su primera rehabilitación acontece con el afirmarse de la pintura impresionista. En los años 1860-1880 se pasa de la pintura en el taller a la pintura en plain air y se hace necesario captar las reverberaciones de la luz exterioraunque es posible que también la difusión de la electricidad haya contribuido en parte a la rehabilitación de este color. Otro cambio viene con el pasaje del figurativo al semi-figurativo y posteriormente a la pintura abstracta, menos dispuesta a la policromía.

A todos es nota la conmovedora relación de Van Gogh con este color, que se va quemando dentro sus vórtices de luz como una polilla.

El arte busca ser atendible inspirándose a los experimentos científicos sobre la óptica de la época y declara que existen solo tres colores primarios: el rojo el azul y el amarillo.

Un paso más viene de su asociación con la velocidad, debida a un caso fortuito, por esta razón, los logotipos del correos son a menudo amarillos en muchos países. La más destacada rehabilitación es reciente y viene de su proficua relación con el deporte: la camiseta amarilla del ciclismo y de algunos equipos de fútbol de América. El amarillo vuelve a ser un color alegre.

Pero, sobretodo, en época moderna, la razón más contundente es que el oro deja de ser un rival del amarillo, dado que en nuestra cultura, sobre todo en el norte de Europa, el color oro es a menudo considerado vulgar (probablemente un eco del moralismo protestante y de su austeridad).

Solo los niños, de momento, lo adoran. En sus dibujos hay soles muy amarillos y ventanas pintadas de este color. Pero creciendo se adaptan al juego social y a la manera de ver de los adultos.

Si habrá una ulterior y plena rehabilitación del amarillo, pasará por las mujeres y a su nueva relación con el poder y la libertad…

El desafío promete mucho: habiendo caído tan bajo el amarillo tiene un esplendido porvenir…

Claudia Bonollo

2 comentarios

  1. Molto interessante, la sfida sarà proprio ridefinire e ripensare come sottolinei tu il nuovo rapporto della donna con il potere e la libertà. E allora che giallo sia!

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